
El precio de la vivienda sigue desbocado, y la gran pregunta es hasta cuándo seguirá escalando, teniendo en cuenta las actuales dinámicas del mercado.
Este déficit, que se estima cercano al medio millón de viviendas, persistirá al menos hasta finales de la década, incluso bajo el supuesto (temerario, según como se mire) de una recuperación sostenida de la actividad en la construcción. Lo que significa que el ciclo de encarecimiento de la vivienda no se agotaría antes de 2030.
Sus precios, por tanto, no dependen solo de las condiciones actuales del mercado: también influyen las expectativas, es decir, la anticipación de los compradores en relación a los precios futuros. Así, la perspectiva de una fuerte plusvalía constituye un potente incentivo a la compra, incluso cuando la demanda solvente empieza a escasear, como ocurre ahora en algunos territorios.